Devoradora guerra
En el desarrollo de mi obra no es frecuente, más bien diría que es la primera vez que sucesos de actualidad influyen en mi trabajo. Es la confluencia del choque entre los valores en los que se educó mi generación y el contraste con la realidad actual. Nos enseñaron que éramos los representantes de los intereses de la ilustración y como herederos de los desastres de las guerras mundiales, ésta junto a la agresión serían siempre nuestro último recurso.
Mi interés estuvo siempre en la expresión del poder, del dominio y de la fuerza, por tanto, éstas confluyen con la tentación y todas ellas están manifiestas.
La obra que da título a la exposición “devoradora guerra” tiene una larga génesis ya que parte de una obra anterior, de una especie de Moloch a punto de dejar caer su barriga subida a dos pedestales, sobre la humanidad. En este caso bajo ella se encuentra un mundo de calaveras sobre el que se sustenta, dando a entender que estas fueron su alimento.
La temática del poder, la confrontación y la lucha, es muy habitual en mi obra. Ante el destino, la sociedad o la simple lucha por la vida, siempre hay un individuo debatiéndose ante una dificultad, a veces vencible y otras insuperables. Así surgen una serie de individuos que representan el temor, los abusos, los desafíos, la expectación o la sumisión. Otros son conductores, víctimas o el poder en sí. Y siempre hay quienes están detrás las negociaciones y los acuerdos. En todo conflicto hay quien dirige, quien habla y quien no puede decir nada.
Es la fuerza de los mitos, las religiones y muchas ideas sociales que no tienen más realidad tangible que la fuerza de la convicción grupal. Estas ideas son las bases de nuestras organizaciones sociales que están más allá de la pura supervivencia física y generan debate en un mundo organizativo, una colmena que posibilita un dominio del entorno impensable a nivel individual. Y crea además barreras culturales entre los distintos grupos difícilmente salvables.
Hay en esta exposición otras dos obras que no dejan de ser dos versiones contrapuestas de la misma reflexión, son David y Goliat y Goliat y David.
La primera representa un David musculoso y de mediana edad, enorgulleciéndose de su trofeo a modo futbolístico, con la cabeza de Goliat a modo de balón. La idea que subyace es que fuera del mito para vencer a un Goliat el contrincante debe ser otro Goliat, no hay lugar para adolescentes.
En el segundo caso, Goliat cumple con su papel aplastando a un David de menos porte. El mensaje no insta al optimismo sino al realismo de la vida.
El resto de las obras por sus actitudes corroboran este mensaje central de época de incertidumbre y desengaño que nos toca vivir
Hay otra temática en mí poco habitual, como es la confrontación entre dos individuos como es el caso de la relación de pareja, que desde otro punto de vista, es una confrontación de individualidades, con un componente diferente como es la seducción erótica.
En la exposición figuran dos obras en las que abordo el mismo tema, aunque están separadas por un periodo de unos cuarenta años.
Un caso es el de la juventud, donde la seducción es narcisista y forma parte de un juego malabarista en el que el mismo juego es suficiente para provocar el deseo.
En el segundo caso, el llamado erótico es mucho más directo pero curiosamente la reacción que provoca es más contenida.
Inherente a esto, también surge el sentido introspectivo de la culpa, tema abordado en múltiples ocasiones. Pero son quizás la exaltación de la fuerza y el movimiento, las características más comunes a mis obras y es algo que se puede rastrear desde los inicios. Desde aproximadamente principios de los ochenta, uno de mis personajes más característico es una mole humana, que unas veces identifico como una antropomorfización de mi paisaje de infancia: los hombres montaña que expresan en una variedad de tamaños, una energía contenida en movimiento, donde ese sentido de la fuerza contenida se une a un equilibrio de las formas para dar origen a unos personajes donde no es fácil adivinar ni su sexo ni su edad, ya que es una amalgama de varios estadios de la vida a la vez. Pese a su realismo son figuras oníricas que al igual que los sueños si te centras en sus premisas poseen un gran verismo.
El desarrollo de estos personajes centró gran parte de mi producción artística a lo largo de mi trayectoria. No es una obra común, no seguí nunca una trayectoria equiparable a ningún otro ejemplo de la actualidad, ni durante las grandes décadas de tradición ni de la de programas abstractos, y solo teniendo en estos nuevos tiempos de realismo cierto paralelismo con las nuevas tendencias que están aflorando, pero sin dejar de ser nunca una obra muy personal que obedece a una temática muy intimista pero en la que es posible ver el reflejo de vivencias muy contemporáneas. Quizás esta sea una de las razones del ser del arte, plasmar el reflejo emocional de nuestro mundo contemporáneo.